Muriel Barbery y el cinismo iluminador

Siempre me fascina la abnegación con la que nosotros los humanos somos capaces de dedicar una gran energía a la búsqueda de la nada y a la combinación de ideas inútiles y absurdas. Charlé sobre patrística griega con un joven que estaba redactando una tesis doctoral y me pregunté cómo tanta juventud podía malograrse de esa manera al servicio de la nada. Cuando se piensa bien en que lo que preocupa ante todo al primate es el sexo, el territorio y la jerarquía, la reflexión sobre el sentido de la oración en Agustín de Hipona se antoja relativamente fútil. Desde luego, se argüirá sin duda que el hombre aspira a un sentido que va más allá de las pulsiones. Pero yo replico que dicha objeción es a la vez muy cierta (¿qué decir, si no, de la literatura?) y muy falsa: el sentido es en sí otra pulsión, es incluso la pulsión llevada hasta su grado más alto de realización, pues utiliza el medio más eficaz, la comprensión, para lograr su objetivo. Pues esta búsqueda de sentido y de belleza no es el signo de la elevada naturaleza del hombre que, escapando a su animalidad, supuestamente encontrará en las luces del espíritu la justificación de su ser; no, es un arma afilada al servicio de un fin material y trivial.

(Muriel Barbery, La elegancia del erizo) p.277

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