Miralo vos cómo gritaba desde la edad media

¡Dolor, las cosas dulces, cómo nos conciernen!
Veo cómo en la miel la amarga hiel se cierne.
Por fuera el mundo es bello, blanco, verde y rojo,
mas cual la muerte negro por dentro y tenebroso.
Quien fuera seducido por él, que se consuele:
de gran culpa redime la penitencia leve.
Caballeros, pensad en ello: es cosa vuestra;
portáis yelmos lucientes, muchas corazas férreas,
los mejores escudos y benditas espadas.
¡Si de victoria digno Dios sólo me juzgara!
Entonces yo, hombre pobre, obtendría rico pago.
No digo feudos, no de señorial oro halago:
quisiera yo llevar, eterna, esa corona,
que el mercenario sólo con su lanza cobra.
Si pudiera hacerme, como ansío, a la mar,
cantaría “salud”, y “dolor” nunca jamás,
¡”dolor”, nunca jamás!

(Walther Von der Vogelweide)

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