Juan y Danilo la habían olvidado. Creyó oír que se reían de ella, criticando su singularidad. ¿Qué hacer? Pensó: Bebieron de mí. Los dos. Estuve en la cruz con cada uno. Pero me salvé. A ver si llego a la gran ocasión.
Y mejor no quedar más sola encinta. Es raro. Es raro. Me di cuenta. Es demasiado raro eso. Es rarísimo. No puede ni debe ser.
Fue y dio vueltas a la bromelia.
Pero a la noche sonó como un violín. Sin quererlo. Su útero, qué pocillo extremo, quedó enseguida ocupado.
Se desenvolvía otro ser ahí a paso agigantado. Tuvo que usar corpiños para disimular la leche que corría prematura y sin remedio. Le crecía el vientre.
(Marosa di Giorgio, Rosa Mística)
Con gran esfuerzo me acerco al límite.
Pero no sé seguir.
(Marosa di Giorgio, Lumínile)
Kawabata y su hermosa capacidad para sugerir
-¿La chica del tranvía? Bien, podría ser si es sólo para un saludo de bienvenida.
Takichiro había estado bebiendo antes de que llegara la geisha, así que deliberadamente salió afuera. Cuando la geisha vino para acompañarlo, él le preguntó:
-¿Todavía muerdes?
-Tienes buena memoria. No te morderé. Saca la lengua.
-Tengo miedo de hacerlo.
-De veras, no te morderé.
Takichiro sacó la lengua. Sintió una suave calidez dentro de la boca.
Acarició suavemente la espalda de la muchacha.
-Te has vuelto bastante depravada.
-¿Esto es depravación?
(Yasunari Kawabata, Kioto)
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