Sarita y la soberanía del mal

[venía Julián montando su caballo...]

Disipó mi furia un incidente. A cargo del oscuro por supuesto, quien a menudo me deparaba las satisfacciones que los malos otorgan a los cobardes haciendo al prójimo crueldades que ellos no osan. Pasábamos la primera casa. Una avanzada perruna se precipitó a bramarnos, acosó a los galgos, nos rodeó. El oscuro perdió la paciencia y con patada fulmínea lanzó al más insolente aullando como alma en pena hasta el horizonte. ¡Qué placer!

(Sara Gallardo, Los galgos, los galgos) p92

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