––Y ¿eres tú, tú, Víctor, tú el que me vienes con esas cosas?
––¡Sí, yo, Augusto, yo, soy yo!
––Pues en un tiempo no pensabas de esa manera tan... corrosiva.
––Es que entonces no era padre.
––Y ¿el ser padre...?
––El ser padre, al que no está loco o es un mentecato, le despierta lo más terrible que hay en el hombre: ¡el sentido de la responsabilidad! Yo entrego a mi hijo el legado perenne de la humanidad. Con meditar en el misterio de la paternidad hay para volverse loco. Y si los más de los padres no se vuelven locos es porque son tontos... o no son padres. Regocíjate, pues, Augusto, que con eso de habérsete escapado te evitó acaso el que fueses padre. Y yo te dije que te casaras, pero no que te hicieses padre. El matrimonio es un experimento... psicológico; la paternidad lo es... patológico.
––¡Es que me ha hecho padre, Víctor!
––¿Cómo?, ¿que te ha hecho padre?
––¡Sí, de mí mismo! Con esto creo haber nacido de veras. Y para sufrir, para morir.
––Sí, el segundo nacimiento, el verdadero, es nacer por el dolor a la conciencia de la muerte incesante, de que estamos siempre muriendo. Pero si te has hecho padre de ti mismo es que te has hecho hijo de ti mismo también.
––Parece imposible, Víctor, parece imposible que pasándome lo que me pasa,después de lo que ha hecho conmigo... ¡ella!, pueda todavía oír con calma estas sutilezas, estos juegos de concepto, estas humoradas macabras, y hasta algo peor...
––¿Qué?
––Que me distraigan. ¡Me irrito contra mí mismo!
––Es la comedia, Augusto, es la comedia que representamos ante nosotros mismos, en lo que se llama el foro interno, en el tablado de la conciencia, haciendo a la vez de cómicos y de espectadores. Y en la escena del dolor representamos el dolor y nos parece un desentono el que de repente nos entre ganas de reír entonces. Y es cuando más ganas nos da de ello. ¡Comedia, comedia el dolor!
––¿Y si la comedia del dolor le lleva a uno a suicidarse?
––¡Comedia de suicidio!
––¡Es que se muere de veras!
––¡Comedia también!
––Pues ¿qué es lo real, lo verdadero, lo sentido?
––Y ¿quién te ha dicho que la comedia no es real y verdadera y sentida?
––¿Entonces?
––Que todo es uno y lo mismo; que hay que confundir, Augusto, hay que confundir. Y el que no confunde se confunde.
––Y el que confunde también.
(Miguel de Unamuno, Niebla)
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